Cancha húmeda primero, luego inundada. Lluvia impiadosa. Puntos importantes en juego. La obligación de Atlético de hacer pie para frenar una racha adversa como local de cuatro derrotas y hacer pie en la Copa Liga Profesional. La ilusión de Huracán de sacarse de encima su propia racha negativa. Al fin de cuentas, dos equipos con necesidades, que terminaron por entregar un partido típico para un terreno intratable. Al final, el diluvio les aguó las intenciones.
Una cancha difícil no permite errores. Más aún: lo pesado del campo va desgastando el físico. Pero también cualquier toque o roce da lugar a una falta y el peligro de las tarjetas (lo que va condicionando a cualquier equipo). Eso le pasó al “Decano”. Amarillas tempranas para Ramiro Carreras y Cristian Erbes; roja temprana para el “Pichy”, a los 36’, cuando simuló un penal que el árbitro Nazarena Arasa no dejó pasar. Al rato, más amarillas para Marcelo Ortiz y para Santiago Vergini. Se veía venir una noche de aquellas.
Con una pelota enjabonada, el juego entregó poca destreza técnica por parte de los protagonistas. Hubo insinuaciones, como la del “Bebé” Acosta, que a los 6’ probó al juvenil Sebastián Meza, que sacó la pelota al córner. O la providencial salvada de Fabián Monzón, que frustró a los 9’ un gol cantada para Huracán.
Llegó el minuto 17. Un córner pasado, la pelota que es bajada por Javier Toledo, Carrera que remata al arco, se produce un rebote y Agusto Lotti que capitaliza. Gol, el quinto suyo en el “Decano”. Lo que siguió fue el mejor momento del local, por su asociación colectiva. Pero no le duró mucho: a los 31’, Lucas Merolla empató de cabeza, tras gran centro de Franco Cristaldo. Al rato, la ya mencionada expulsión de Erbes. Y las cosas volvieron a hacerse cuesta arriba.
En el complemento, un remate de Nicolás Aguirre a los 4’ avisó cuál era la intención. Pero a los 7’, Marcelo Ortiz ve la roja, al llevarse puesto a Norberto Briasco. El equipo queda con nueve; la lluvia no sólo era intensa desde lo climático. Al ratito, Cristian Lucchetti le sacó una pelota con destino de gol que había enviado Cristaldo. Las emociones se hicieron de ida y vuelta. A los 19’ se lució Meza ante un tremendo remate de Fabián Monzón. Al ratito, Carrera se quedó solo frente al arco y la tiró afuera. Atlético ya se había puesto el traje de equipo épico, ese que tantos dividendos le dio en los últimos años. Pero en medio de su búsqueda, a los 27’ y en medio del diluvio, se cortó la luz en el estadio. Cuando volvió, lo evidente quedó a la vista: la cancha era una pileta. Partido suspendido.
No habrá sido la lluvia de Macondo, de cuatro años, once meses y dos días, como la describió Gabriel García Márquez en su novela, Cien años de soledad. Pero por momentos se le pareció. Huracán zafó también de la tormenta de camisetas celestes y blancas que se le fue encima. Qué cerca se estuvo de otra noche memorable.